El
glutamato monosódico es uno de los aditivos más exitosos de la industria
alimentaria. Lo encontramos en la comida china, las pizzas, las hamburguesas,
los aperitivos en bolsa y otros muchos alimentos vetados en cualquier dieta.
Sus efectos secundarios son controvertidos pero lo que está fuera de dudas es
su capacidad para volvernos adictos a alimentos de nulo valor nutritivo.
Wayward
Pines es también un producto de escasa valía que, no obstante, resulta
adictivo. No puedo decir que se me hiciera cuesta arriba en ningún momento. Me
enganchó desde el prometedor principio hasta el desastroso final, incluso
aunque fuera consciente de que estaba siendo timado. Porque sabemos que las
hamburguesas son poco menos que basura pero no por ello dejamos de comerlas…
La historia contiene todos los
aditivos propios de un best-seller: un idealista héroe llega a una pequeña
comunidad cerrada decidido a desentrañar su secreto y la correspondiente
conspiración que hay detrás. Para ello tendrá que superar conspiraciones, continuos cliff-hangers y giros inesperados. Ahí
es nada.
Sin embargo no voy a criticar a la
serie por el mero hecho de emplear fórmulas manidas sino por su desastroso
desarrollo. Porque el guión no hace más que perder verosimilitud con cada
capítulo, convirtiendo la serie en una sucesión acelerada de absurdos. La
coherencia no importa, todo vale con tal de deslumbrar e intrigar al espectador.
Lo que en un capítulo parece negro, ¡abracadabra!, en el siguiente resulta que
es blanco. La única razón por la que lamento no haber leído los libros que
inspiran la serie es no saber en qué medida el despropósito es mérito del escritor o de los
guionistas. En cualquier caso sería recomendable que todos fuesen apartados de
sus respectivos oficios.
Wayward
Pines ha sido comparada con Twin
Peaks y, efectivamente, ambas series están ambientadas en pequeños pueblos
rodeados de coníferas donde pasan cosas muy raras. Las coníferas dan mal rollo
y es que por algo hay cipreses en los cementerios. Más acertada resulta la
comparación con Perdidos, aunque ésta
tenía al menos buenos personajes que a menudo interesaban más que la trama
central. Wayward Pines cuenta con
actores relativamente conocidos pero con nulo carisma, de modo que ninguno es
capaz de sobreponerse al desastroso guión y por eso no hay un solo personaje al
que no acabara deseando una muerte dolorosa.
Sin
embargo no comete ese error de Perdidos de mantener en vilo al espectador hasta el último
capítulo para terminar con explicaciones apresuradas e insuficientes. Mucho
antes del final de la serie el espectador sabe de qué va este sinsentido y es
probable que, como yo, quiera saber cómo acaba. Ni el descabellado argumento ni
los innumerables fallos del guión ni los personajes estereotipados ni los
actores sin carisma ni los giros disparatados me detuvieron. No, esta serie pasó
con alarmante facilidad todas las objeciones de mi cerebro. Era perfectamente
consciente de que una historia tan absurda no podía llegar a buen puerto. No
obstante me equivoqué porque al final del camino no encontré el final fácil y
previsible que esperaba. Al señor Shyamalan, que avala este producto, sólo le
gustan los finales inesperados e inolvidables, a ver si por algún casual vuelve
a repetir el bombazo de El sexto sentido.
Wayward Pines no es una excepción y,
sí, consiguió sorprenderme. Otro motivo para desaconsejar esta serie pero allá
el que piense que exagero. Avisado está. Por mi parte todavía estoy intentando
olvidar ese final.