miércoles, 27 de enero de 2016

Wayward Pines, adictivamente mediocre

El glutamato monosódico es uno de los aditivos más exitosos de la industria alimentaria. Lo encontramos en la comida china, las pizzas, las hamburguesas, los aperitivos en bolsa y otros muchos alimentos vetados en cualquier dieta. Sus efectos secundarios son controvertidos pero lo que está fuera de dudas es su capacidad para volvernos adictos a alimentos de nulo valor nutritivo.
            Wayward Pines es también un producto de escasa valía que, no obstante, resulta adictivo. No puedo decir que se me hiciera cuesta arriba en ningún momento. Me enganchó desde el prometedor principio hasta el desastroso final, incluso aunque fuera consciente de que estaba siendo timado. Porque sabemos que las hamburguesas son poco menos que basura pero no por ello dejamos de comerlas…
            La historia contiene todos los aditivos propios de un best-seller: un idealista héroe llega a una pequeña comunidad cerrada decidido a desentrañar su secreto y la correspondiente conspiración que hay detrás. Para ello tendrá que superar conspiraciones,  continuos cliff-hangers y giros inesperados. Ahí es nada.
            Sin embargo no voy a criticar a la serie por el mero hecho de emplear fórmulas manidas sino por su desastroso desarrollo. Porque el guión no hace más que perder verosimilitud con cada capítulo, convirtiendo la serie en una sucesión acelerada de absurdos. La coherencia no importa, todo vale con tal de deslumbrar e intrigar al espectador. Lo que en un capítulo parece negro, ¡abracadabra!, en el siguiente resulta que es blanco. La única razón por la que lamento no haber leído los libros que inspiran la serie es no saber en qué medida el despropósito es mérito del escritor o de los guionistas. En cualquier caso sería recomendable que todos fuesen apartados de sus respectivos oficios.
            Wayward Pines ha sido comparada con Twin Peaks y, efectivamente, ambas series están ambientadas en pequeños pueblos rodeados de coníferas donde pasan cosas muy raras. Las coníferas dan mal rollo y es que por algo hay cipreses en los cementerios. Más acertada resulta la comparación con Perdidos, aunque ésta tenía al menos buenos personajes que a menudo interesaban más que la trama central. Wayward Pines cuenta con actores relativamente conocidos pero con nulo carisma, de modo que ninguno es capaz de sobreponerse al desastroso guión y por eso no hay un solo personaje al que no acabara deseando una muerte dolorosa.
Sin embargo no comete ese error de Perdidos de mantener en vilo al espectador hasta el último capítulo para terminar con explicaciones apresuradas e insuficientes. Mucho antes del final de la serie el espectador sabe de qué va este sinsentido y es probable que, como yo, quiera saber cómo acaba. Ni el descabellado argumento ni los innumerables fallos del guión ni los personajes estereotipados ni los actores sin carisma ni los giros disparatados me detuvieron. No, esta serie pasó con alarmante facilidad todas las objeciones de mi cerebro. Era perfectamente consciente de que una historia tan absurda no podía llegar a buen puerto. No obstante me equivoqué porque al final del camino no encontré el final fácil y previsible que esperaba. Al señor Shyamalan, que avala este producto, sólo le gustan los finales inesperados e inolvidables, a ver si por algún casual vuelve a repetir el bombazo de El sexto sentido. Wayward Pines no es una excepción y, sí, consiguió sorprenderme. Otro motivo para desaconsejar esta serie pero allá el que piense que exagero. Avisado está. Por mi parte todavía estoy intentando olvidar ese final. 

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